Repensando la Neurodivergencia: Hacia Modelos Dimensionales y Transdiagnósticos de la Diversidad Neurocognitiva
- Eduardo Schilling
- 16 jun
- 3 Min. de lectura
En los últimos años, el concepto de neurodiversidad ha ganado protagonismo en los ámbitos académico, clínico y social. Esta idea reconoce que las variaciones en la forma en que funciona el cerebro humano no son anomalías patológicas, sino expresiones legítimas de la diversidad humana. Este cambio de paradigma tiene implicancias profundas: invita a revisar nuestras clasificaciones diagnósticas tradicionales, y a reformular cómo entendemos y abordamos las condiciones de neurodesarrollo y los problemas de salud mental.

De los Modelos de Psicopatología a la Diversidad Neurocognitiva
Tradicionalmente, los sistemas de diagnóstico —como el DSM-5— han agrupado a las condiciones del neurodesarrollo (como el TDAH, los trastornos del aprendizaje, los trastornos del espectro autista y las discapacidades intelectuales) dentro de la categoría general de "trastornos mentales". Esta clasificación implica, implícitamente, que estas condiciones son patológicas en sí mismas y que deben ser tratadas como tales.
Sin embargo, los autores Morris, Michelini y Wilson (2025) proponen una distinción fundamental: mientras que las condiciones del neurodesarrollo representan formas estables, tempranas y muchas veces permanentes de funcionamiento cerebral, los trastornos mentales suelen implicar sufrimiento subjetivo, inicio variable y, en muchos casos, posibilidades de remisión o recuperación. Confundir ambas categorías no solo genera confusión conceptual, sino que también puede afectar negativamente el acceso a apoyos adecuados y aumentar el estigma.
¿Qué es la Neurodivergencia?
La neurodivergencia se refiere a estilos de procesamiento cognitivo y conductual que difieren de lo considerado “típico” en una cultura determinada. No implica necesariamente disfunción, sino una variabilidad que puede ser más o menos adaptativa según el contexto. Es clave entender que no hay dos cerebros exactamente iguales, y que esta diversidad es parte intrínseca de nuestra especie.
Reconocer esto no significa ignorar las dificultades reales que muchas personas neurodivergentes enfrentan. Más bien, implica adoptar una mirada dimensional: no ver la neurodivergencia como un “todo o nada”, sino como un continuo de diferencias, fortalezas y desafíos.
La Coexistencia con Problemas de Salud Mental
Un aspecto crucial del modelo propuesto es la alta coocurrencia entre condiciones del neurodesarrollo y problemas de salud mental como ansiedad, depresión o consumo problemático de sustancias. Esta relación se ve agravada por factores sociales como la estigmatización, la falta de apoyos adecuados y la discriminación, lo cual puede aumentar significativamente el sufrimiento psicológico en personas neurodivergentes.
No obstante, los sistemas actuales de evaluación y tratamiento frecuentemente no reconocen esta coexistencia. Por ejemplo, muchas veces los servicios de salud mental no están preparados para atender adecuadamente a personas con autismo o TDAH, y viceversa. Según múltiples estudios, una prioridad urgente para las personas neurodivergentes es precisamente recibir apoyo para sus problemas de salud mental, sin que su neurodivergencia sea vista como el problema en sí.
Hacia un Modelo Transdiagnóstico Dimensional
La propuesta de Morris y sus colegas es ambiciosa, pero visionaria: avanzar hacia un modelo transdiagnóstico y dimensional que incorpore tanto a las condiciones del neurodesarrollo como a los trastornos mentales en un marco más flexible, continuo y basado en evidencias. En lugar de categorías fijas, este modelo considera dimensiones compartidas —como el funcionamiento cognitivo, la autorregulación emocional o la flexibilidad social— que se expresan de formas distintas en cada persona.
Este enfoque ofrece mayor validez clínica, pronóstica y terapéutica, permitiendo identificar fortalezas y necesidades individuales más allá de etiquetas rígidas. Además, facilita el desarrollo de intervenciones más personalizadas, inclusivas y efectivas.
Implicancias Sociales y Éticas
Cambiar la forma en que conceptualizamos la neurodivergencia no es solo una cuestión académica o clínica. Tiene consecuencias reales en ámbitos como la educación, el acceso a servicios, los seguros de salud y hasta en la legislación. Etiquetar a alguien como padeciendo un “trastorno” puede limitar su acceso a oportunidades y perpetuar visiones deficitarias que afectan su calidad de vida.
En cambio, entender la neurodivergencia como parte del ser de la persona —y no como algo que debe ser “curado”— invita a transformar los entornos para que sean más accesibles, comprensivos y respetuosos. Esto no excluye los tratamientos cuando son necesarios, pero sí cambia la dirección: se trata de apoyar, no de normalizar; de acompañar, no de corregir.
Conclusión
Adoptar modelos transdiagnósticos y dimensionales de la neurodiversidad no significa minimizar las dificultades que muchas personas enfrentan, sino comprenderlas mejor. Es un llamado a dejar atrás los marcos centrados en la patología, para abrazar una visión más rica, inclusiva y ajustada a la realidad.
En el Centro Ps. Eduardo Schilling, creemos firmemente que la ciencia y la ética deben caminar de la mano. Promover el bienestar de las personas neurodivergentes pasa por reconocer su valor, respetar su singularidad y garantizar apoyos que les permitan desarrollarse plenamente en todos los ámbitos de la vida.