Lo primero que pensamos al momento de intentar establecer nuevos hábitos, es proponernos metas ambiciosas. Comenzar a establecer un nuevo hábito que promueva nuestro bienestar y nuestra salud mental parece ser aburrido si no se asocia con un gran proyecto o un gran objetivo.
Como un ejemplo que se escucha a menudo en los psicologos antofagasta podemos encontrar el ejercicio. Es común que las personas empiecen a realizarlo como algo asociado a un objetivo mayor, o una meta más grande. El ejercicio entonces no se hace como un fin en sí mismo, sino que va ha pesarse como un medio para lograr algo. Por ejemplo mejorar el aspecto físico, disminuir el peso, o aumentar la felicidad diaria.
La verdad es que nuestra habilidad conseguir éxito en los cambios, como por ejemplo mejorar nuestros hábitos alimenticios, no dependen de las razones que nos demos para hacerlo, ni tampoco de nuestra fuerza de voluntad.
El éxito en la creación de nuestros nuevos hábitos depende fuertemente de que nos permitamos ser malos en eso que comenzamos. Esto puede parecer fácil, sin embargo es algo muy difícil de lograr. En general nos gusta ser buenos en todo aquello que emprendamos, ya sea un el aprendizaje de un instrumento, empezar a trotar, aprender un idioma, etc.
Sucede que nos imponemos entonces las exigencias y comenzamos a compararnos con otros y con las expectativas que habíamos formado al momento de comenzar con el cambio. Esto nos puede pasar también con alguna psicóloga clínica o el psicologo concepcion. Si al llevar algunas sesiones de trabajo no se han cumplido algunas de las expectativas de cambio rápido que esperábamos, es probable que abandonemos.
Las nuevas rutinas requieren de grandes esfuerzos para lo que necesitas ayuda, sin embargo si nos comenzamos a proponer logros individuales que sean perfectamente alcanzables, nos regalaremos la posibilidad de haber comenzado con algo y satisfacernos al empezar a sentir el logro.
La socióloga y experta en felicidad Christine Carter propone por ejemplo rutinas de ejercicio que duren 1 minuto. Sí, literalmente un minuto. Los días en que se sentía motivada continuaba después de ese minuto, y podían convertirse en 15 o 20, pero los días en los que no tenía las ganas, simplemente se centraba en cumplir su objetivo de 1 minuto, y lo lograba.
Ese mínimo esfuerzo que requiere 1 minuto, nos transmite una sensación de bienestar mucho mayor que no hacer nada.
Entonces parece ser que nuestro primer enemigo al momento de comenzar con nuestros cambios son nuestras ambiciones, las ganas de comenzar con algo grande y tener logros remarcables y admirables también por otros, como por ejemplo, correr la media maratón o manejar a la perfección un idioma. Sin embargo si dejamos de exigirnos ser buenos en eso que comencemos, probablemente hayan menos motivos para abandonarlo.
Y lo que es paradojal, es que al haber menos probabilidad de abandonarlo, finalmente también aumenta las posibilidad de ser buenos en aquello que hagamos, pero ya no se transforma esto en un fin en sí mismo, sino en una consecuencia de nuevos hábitos y de nuevas sensaciones que le hemos regalado a nuestro cuerpo.
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