La psicóloga Anne Marie Albano ha dedicado 30 años a la investigación sobre la ansiedad en los niños. La ansiedad es la condición psiquiátrica más común en las personas jóvenes. Es un desorden en el desarrollo que comienza temprano, alrededor de los 4 años de edad y en la adolescencia 1 de cada 12 niños se ven imposibilitados de funcionar correctamente en el colegio, la casa o con los pares.
Estos niños pequeños están asustados, preocupados, son niños con miedo y presentan sensaciones físicas incómodas debido a la ansiedad. Para ellos se hace muy difícil relajarse, prestar atención, divertirse o hacer amigos. Con el correr del tiempo los síntomas de ansiedad constantes y su efectos en las relaciones del niño van provocando tristeza en ellos y los padres son los primeros testigos de todo lo que viven sus hijos ansiosos.
Una reacción común que tienen los padres es proteger al niño exponiéndolo menos a situaciones que le producen ansiedad y estrés. Sin embargo el foco de la terapia cognitiva conductual es el opuesto: hacer que los niños aprendan a manejar su ansiedad ocasional exponiéndolos a ella en la vida diaria. El niño debe aprender que las situaciones que viven son incómodas para él, pero que no le harán daño, debe aprender que podrá tolerarlas.
Anne Marie Albano dirigió es estudio más grande hasta hoy de niños con trastornos de ansiedad entre 7 y 17 años. Uno de los resultados más importante es el descubrimiento de que los niños y adolescentes tratados a través de un enfoque cognitivo conductual más un tratamiento de farmacoterapia son efectivos en un 80% de la población, con resultados visibles a los 3 meses.
El problema que vieron en la investigación, es que al hacer seguimiento a los jóvenes que estuvieron en tratamientos para los trastornos de ansiedad, se dieron cuenta que el 40% tenía recaídas o volvían a experimentar ansiedad al punto de ser un problema de salud a lo largo de su vida.
En este momento de la investigación, los psicólogos se preguntaron ¿Qué estaba haciendo mal?, y entonces abrieron la mirada a los padres y las familias de los niños que padecen algún desorden de ansiedad. Así vieron como las familias con niños ansiosos caen en un círculo de ansiedad en el que todos participan, lo que sin quererlo cronifica estas sensaciones.
Los psicólogos en Chile han visto que los padres tienden a rendirse y a hacer muchos ajustes y modificaciones para que el niño no se vea obligado a vivir las situaciones ansiógenas.
Un ejemplo de esto puede ser un niño que vuelve llorando del colegio porque sus amigos no juegan con él. Algunos padres intentarán automáticamente resolver el problema, hablando con las profesoras o con las encargadas del colegio, con los padres de los otros niños, organizando actividades de juego fuera de las horas de clase con los compañeros de colegio, etc.
El punto es que esto no funcionará todas las veces que nuestro hijo llegue triste, ni tampoco funcionará a todas las edades. ¿Seguiremos interviniendo a los 6, 10 o 14 años?
A medida que la vida avanza y los niños crecen, la verdad es que las situaciones estresantes no disminuyen, sino que aumentan. Con el tiempo aparecen las invitaciones a alojar fuera en la casa de los amigos, presentaciones orales, exámenes sorpresa, discusiones con amigos y muchas otras cosas desafiantes en las que correrán riesgos. Riesgo a no hacerlo bien, a no conseguir lo que quieren, a avergonzarse.
Si desde muy pequeños los niños con trastorno de ansiedad generalizada se acostumbran a no exponerse a las situaciones complejas no tienen la posibilidad de aprender estas habilidades resolutivas. Las habilidades solo las lograrán con el pasar del tiempo, con la necesidad de una exposición continua y diaria a los desafíos. Son desafíos muy grandes para los niños con ansiedad, pero la primera labor de los padres es creer en las capacidades del niño para aprender habilidades que le ayuden a trabajar sus dificultades.
Dentro de las habilidades a desarrollar está: la habilidad para relajarse, para calmarse a ellos mismos cuando están enfadados, habilidad para resolver conflictos con los otros. Todas estas habilidades las logran los niños que toman el riesgo o que son expuestos a la vida diaria. Ellos van generando así con el paso del tiempo una sensación de autoeficacia, o sea la conciencia de tener la capacidad de resolver las situaciones difíciles.
Los niños con ansiedad que escapan o evitan situaciones o que consiguen que otros las solucionen por ellos se ponen más ansiosos con el tiempo y con menos confianza en sí mismos. Se van sintiendo incapaces de manejar las situaciones por sí mismos.
Una buena noticia es que los padres somos una influencia importante en los niños, y por eso podemos ayudarlos en el desarrollo de las habilidades que necesiten, apoyándolos en el enfrentamiento de sus miedos y en la resolución del problema. Así es como el niño manejará su ansiedad.
Algunas recomendaciones para los padres son: mantener la calma, ser prácticos y cariñosos, darle importancia a los sentimientos de los hijos, no invalidarlos, y por último, apoyarlos en planear cómo se gestionará la situación. A pesar de que más fácil decirlo que practicarlo, este es el rol de parentalidad, que junto con una terapia farmacológica y psicológica puede ayudar a nuestros hijos a salir adelante.
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