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¿Cómo afecta el uso de pantallas al bienestar socioemocional infantil? Un análisis a largo plazo

En la era digital, las pantallas son omnipresentes. Desde tabletas hasta teléfonos inteligentes, su uso por parte de niños y niñas ha generado inquietud creciente, sobre todo por su posible vínculo con problemas socioemocionales como ansiedad, agresividad o retraimiento. Pero, ¿estamos ante una causa, un síntoma o una interacción más compleja?


Niño mirando un celular

Una reciente revisión sistemática y metaanálisis longitudinal publicada en Psychological Bulletin analizó 117 estudios con más de 292.000 niños. Esta investigación respondió a dos preguntas esenciales: ¿el uso de pantallas conduce a problemas socioemocionales? ¿O los niños con estos problemas tienden a usar más pantallas? La respuesta es: ambas.



Una relación bidireccional (y preocupante)

Los hallazgos indican que existe una asociación significativa, aunque pequeña, en ambos sentidos. Es decir, el uso de pantallas predice problemas socioemocionales y, a la vez, los niños con estos problemas son más propensos a aumentar su tiempo frente a dispositivos. Este efecto fue especialmente fuerte en el caso de los videojuegos.


Este patrón refuerza la idea de ciclos de retroalimentación negativa en los que los niños, en lugar de aprender estrategias de regulación emocional saludables, recurren a las pantallas como método de evasión. Esta lógica coincide con lo planteado en nuestro artículo sobre la repetición como constructora de realidades emocionales y conductuales.



Contenido y contexto: lo que realmente importa

Una conclusión clave del metaanálisis es que no basta con controlar el “cuánto” tiempo pasan los niños frente a pantallas. Es crucial atender al “qué” y “cómo”. Por ejemplo, el consumo de contenido violento o excesivamente estimulante —muy común en plataformas de video o videojuegos— puede tener un efecto más dañino que el uso compartido de contenido educativo con los padres. Esta diferencia de impacto entre formas de consumo también es consistente con el principio de calidad relacional expuesto en nuestro artículo sobre cómo las relaciones humanas impactan en el bienestar.


¿Qué pueden hacer madres, padres y cuidadores?

Desde el enfoque del Centro Ps. Eduardo Schilling, compartimos algunas recomendaciones basadas en evidencia:

  1. Observar más allá del tiempo: Valorar el contenido, la compañía y el estado emocional al momento del uso.

  2. Priorizar la interacción humana: Favorecer el vínculo emocional como motor de desarrollo, como explicamos en la importancia de la sincronía emocional.

  3. Establecer límites saludables: Alineados con las guías internacionales, pero adaptados a la realidad particular de cada familia.

  4. Fomentar alternativas activas y sociales: Actividades que promuevan movimiento, creatividad o contacto interpersonal, como detallamos en el rol del ejercicio en la salud mental.



Comprender el contexto emocional: una mirada integradora

El estudio también sugiere que muchos niños recurren a las pantallas como forma de autorregulación frente al estrés o la disconexión afectiva. Esta idea resuena con enfoques contemporáneos centrados en la salud mental infantojuvenil, como los que discutimos en el artículo sobre experiencias adversas en la infancia y sus efectos duraderos o en el análisis sobre neurodivergencia desde un modelo transdiagnóstico.


Una mirada hacia adelante

La tecnología no es el enemigo. Más bien, el reto está en cómo se integra en la vida cotidiana y en el desarrollo emocional infantil. A medida que se consolida el enfoque dimensional y contextual de la salud mental, como en los modelos centrados en procesos, resulta vital adoptar perspectivas integradoras que consideren contenido, contexto, vínculos y regulación emocional.


🧠 Desde el Centro Ps. Eduardo Schilling reafirmamos nuestro compromiso con una infancia emocionalmente saludable, acompañando a las familias en el uso consciente y reflexivo de la tecnología.

 
 
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